El Juego Interior
17 de dic de 2020
Actualizado: 24 de dic de 2023
Tienes derecho a que te traten con dignidad y respeto y a quejarte cuando no lo hacen.
Tienes derecho a expresar tus sentimientos, deseos y opiniones.
Tienes derecho a tener tus propias necesidades y a que estas sean tan importantes como la de los demás.
Tienes derecho a pensar antes de actuar, a decir “no lo sé” y a decidir si quieres responder o prefieres no hacerlo.
Tienes derecho a negarte a satisfacer los deseos de otras personas sin sentirte culpable ni egoísta por ello.
Tienes derecho a equivocarte y a ignorar los consejos de los demás.
Tienes derecho a cambiar tu forma de pensar y de actuar y a no dar explicaciones.
Defender estos derechos de forma clara, consciente, honesta y respetuosa, sin herir ni perjudicar a los demás se llama practicar la ASERTIVIDAD.
Quizá te ha pasado alguna vez que un desconocido se te ha colado en el supermercado y has preferido no decirle nada para no iniciar una discusión en público. O has sentido que merecías un ascenso o un aumento de sueldo, pero has sido incapaz de pedírselo a tu jefe cada vez que tratabas con él tu situación en la empresa. O has acabado haciendo a regañadientes un favor a un amigo, pese a que te iba fatal hacérselo, por miedo a decepcionarlo o a que se enfadase contigo.
¿ Cómo te has sentido después? No muy bien ¿verdad? En cualquiera de estos casos deberías haber dicho lo que pensabas, pero no lo hiciste.
Y es que a la mayoría de nosotros no nos han educado para ser asertivos. Al contrario, nos han inculcado la creencia de que para agradar a los demás hay que intentar complacerles, satisfacer siempre sus necesidades, priorizar sus deseos a los nuestros, evitar llevarles la contraria para no herir sus sentimientos.
Otras veces, es la falta de autoconfianza, la baja autoestima o un carácter tímido el que nos impide practicar la asertividad. Pero la asertividad es una habilidad social y como cualquier habilidad puede entrenarse.
"Lo más importante que aprendí a hacer después de los 40 años fue a decir NO cuando es NO".
Gabriel García Márquez
La asertividad es un estilo de comunicación que se sitúa en un punto intermedio entre dos polos opuestos como la pasividad y la agresividad.
El pasivo expresa sus sentimientos desde la inseguridad o culpabilidad. Y rehuye la confrontación, porque busca complacer a los demás y tiene miedo al rechazo.
El agresivo expresa sus emociones y opiniones de manera hostil y exigente ante los otros. Y se toma el conflicto como un ataque personal en el que solo se puede ganar o perder.
En cambio, el asertivo sabe lo que quiere en cada momento y lo expresa con firmeza y amabilidad. Y es consecuente con lo que hace, dice, piensa y siente, y transmite confianza y honestidad.
Imagínate que has reservado en un restaurante para cenar con tu pareja. Y, media hora después de que os hayan tomado nota, llega el primer plato y encima está frío.
Si eres una persona pasiva seguramente optarás por no decirle nada al camarero y hacer como si nada hubiera pasado.
Si tienes un estilo agresivo, lo más normal es que te enfades con él e incluso le amenaces con marcharte sin pagar o no volver nunca más al restaurante.
En cambio, si practicas la asertividad le pedirás amablemente que devuelva ese plato a la cocina para calentártelo o que te traiga otro, evitando así una escena de tensión innecesaria y logrando además tu objetivo.
Por eso un buen líder es asertivo, porque sabe lo que quiere y cómo pedirlo. Un líder agresivo solo genera tensión y mal rollo en el equipo. Y de un líder pasivo no te puedes fiar porque, en su afán de querer contentar a todo el mundo, al final acaba traicionado a los demás y traicionándose a sí mismo.
Ahora, voy a darte siete consejos que te ayudarán a practicar la asertividad
En vez de pensar: “Soy un mal amigo por no prestarle dinero a Juan”, mejor di: “Merezco que me respeten, y no voy a dejar dinero a alguien que sé que no me lo va a devolver”.
Los demás no son adivinos, y la forma de que tengan en cuenta tus deseos y necesidades es expresarlos claramente. Así que no te cortes a la hora de decir qué te gusta, qué necesitas o qué te desagrada.
Fíjate un objetivo, cuanto más específico mejor, y no te apartes de él durante toda la conversación. Y, si no puedes imponer ese objetivo a tu interlocutor; negocia con él su cumplimiento.
Tanto al pedir como al negarte, conseguirás que tu mensaje sea mucho más convincente y menos agresivo si das tus razones. Pero sé simple y directo. No tienes ni el deber ni la necesidad de extenderte en tus explicaciones.
Defiende tú verdad, no la verdad. Ofrece tu punto de vista sin personalizar en el otro, para que este no se sienta atacado. Mejor decir: “No me siento cómodo cuando alguien me invita; prefiero que paguemos la cena a medias", que decir: "No quiero que me pagues la cena”.
Mirar a los ojos, sonreír, mantener una expresión de serenidad, hablar con claridad y en un tono firme y utilizar gestos que denoten empatía y amabilidad te ayudarán a ser más asertivo.
Ser asertivo no siempre es garantía de éxito. A veces, tendrás que utilizar un estilo más agresivo o mostrar una actitud más pasiva para alcanzar tu propósito. Aprender a leer el contexto.
Recuerda que cuando no defiendes tus derechos ni expresas tus opiniones, tus emociones y tus necesidades frente a terceros, no te estás respetando. Y estás invitando a los demás a que te traten de la misma forma. Entablar relaciones sanas conlleva la capacidad de saber pedir, saber recibir, saber decir no y saber poner límites. Y eso pasa por practicar la asertividad.