top of page

El esfuerzo está sobrevalorado


Amigos/as, el esfuerzo está sobrevalorado. Sí, ya sé que lo que acabo de decir no es políticamente correcto. Me imagino la cara que estáis poniendo mientras leéis esto. Seguramente es la misma que he visto en algunos entrenadores, profesores o padres con los que he tenido esta conversación. Esa cara de "¿pero qué dice este tío?, ¡con lo que nos ha costado inculcar a nuestros deportistas (alumnos o hijos) la cultura del esfuerzo, y este 'flipao' va y se la carga de un plumazo!".

Pero cuando me vienen con esa cantinela del esfuerzo y el sacrificio, yo siempre les hago la misma pregunta: "¿A ti te cuesta esfuerzo venir al club a entrenar?, ¿y a ti al colegio a enseñar?, ¿o a ti ir cada tarde al parque a jugar con tu hijo?". Todos responden ofendidos que, por supuesto, que no. "¿Y qué pasaría si cada mañana tuvieras que esforzarte para levantarte de la cama y hacer lo que se supone que tanto te gusta?", insisto. "Pues que, seguramente, lo que hago no me gusta tanto como pienso", "que tendría un serio problema", "que debería plantearme cambiar de vida", me responden. Ellos solo acaban dándose cuenta de que esforzarse no sirve de gran cosa.

Desde niño mis padres me inculcaron el valor del esfuerzo. Ese rollo de que, para conseguir lo que queremos en la vida, tenemos que sacrificarnos, esforzarnos, pelear para merecerlo, porque las cosas cuestan y nadie nos va a regalar nada. Durante muchos años lo llevé grabado a fuego y, claro, cualquier meta que me proponía en la vida pensaba que iba a costarme sangre, sudor y lágrimas. En ocasiones, los valores de los padres pueden convertirse en las creencias limitantes de sus hijos, como fue mi caso. Hasta que un día decidí dejar de esforzarme y centrar mi energía en las cosas que me resultaban fáciles. En las que se me daban realmente bien.

¿Creéis que Rafa Nadal, Leo Messi, Mireia Belmonte, Usain Bolt, Pau Gasol, Serena Williams o Marc Márquez se esfuerzan por hacer lo que hacen tan bien? Pues no. Lo que hacen es poner toda su energía, su pasión, su motivación y su compromiso en lo que más aman en la vida y lo que se les da mejor. Pero estos cracks del deporte, como cualquiera de nosotros, no siempre pueden estar motivados, así que han aprendido a ser disciplinados. Han sabido convertir en rutina, en hábito, las cosas que menos les gustan de su profesión. Así es como consiguen que no les cueste esfuerzo hacerlas.

Todo lo que vale la pena en esta vida lo hacemos sin esfuerzo. ¿Cuando estamos enamorados, nos cuesta hacer cosas por nuestra pareja? ¿Verdad que no? ¿Si estamos de viaje, nos cuesta levantarnos a las 6 de la mañana para ver un precioso amanecer en las sabana africana? Pues tampoco. Seguramente nos pegaremos el madrugón encantados de la vida (y motivadísimos por asistir, en directo, a un espectáculo tan bonito). ¿De verdad creéis que si me costase esfuerzo escribir los artículos de mi blog, los escribiría? ¡Qué va!

Ahora quiero que recordéis aquel día que practicando algún deporte (profesional o aficionado, da igual) os salió todo perfecto. Si jugasteis a baloncesto, visteis la canasta como una piscina; si jugasteis a fútbol, tocasteis tres balones y los tres acabaron en gol. Si jugasteis a tenis o a golf, ese día sentisteis que la bola hacía exactamente lo que queríais que hiciera. Si al final del partido alguien os preguntó a qué se debía tanta inspiración, ¿contestasteis que era porque os habíais esforzado más de lo habitual? ¿A que no? Seguramente no supisteis encontrar la causa de tanta excelencia. Simplemente sucedió. Difícil explicar ese maravilloso día en el que todo fluye, sin esfuerzo, hasta componer una actuación prácticamente perfecta.

Pero para llegar a ese estado de flow, hay que currárselo mucho durante todo el proceso de aprendizaje hasta alcanzar lo que se denomina 'competencia inconsciente', el noble arte de saber hacer algo tan bien, que ni nos damos cuenta de que lo estamos haciendo.

E aquí la paradoja: tendremos que poner mucho esfuerzo para no tener que esforzarnos en el futuro. El título de este post es, por tanto, algo tramposo, pero resume un concepto que quiero que te quede muy claro y que te aconsejo apliques a todos los ámbitos de tu vida: si aprieta, no es tu talla.

Las 4 etapas del aprendizaje

Ya lo ves. La conciencia está ocupada en cosas que no sabemos hacer muy bien. Las que sabemos hacer realmente bien, las hacemos de forma inconsciente.

Casi siempre que aparece nuestro diálogo interno –esa vocecita en nuestra cabeza que no para de juzgarnos- es para boicotear lo que estamos haciendo. Porque cuando todo fluye, cuando todo va sobre ruedas, no necesitamos pensar, solo sentir.

Si quieres fluir, deja de esforzarte. Si por ejemplo, te cuesta levantarte pronto cada mañana para salir a correr, tienes dos opciones: o lo dejas –para qué sufrir, ¿no?- o lo repites una y otra vez hasta que tu cerebro -siempre hay que engañar al cerebro- lo convierta en un hábito. Todas aquellas cosas que haces cada día son tu estilo de vida. Así que, cuando formen parte de tu rutina diaria dejarán de costarte. Entonces comprobarás, por ti mismo, que el esfuerzo está sobrevalorado.


bottom of page