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El Día de la Marmota


Sabías que nuestro cerebro procesa entre 60.000 y 70.000 pensamientos a diario y que aproximadamente el 90% de esos pensamientos son exactamente los mismos que el día anterior? La mayoría de ellos, además, son negativos. Efectivamente, cada mañana nos levantamos por el mismo lado de la cama, seguimos el mismo ritual para ducharnos, vestirnos... y seguramente desayunemos siempre lo mismo, mientras nuestra mente se encuentra ocupada en las mismas cosas.

¿Os acordáis del Día de la Marmota? ¿Esa jornada que Bill Murray repite una y otra vez como una pesadilla en la película Atrapado en el Tiempo? Vivimos dirigidos por esos pensamientos repetitivos tan adictivos con los que reafirmamos nuestra personalidad. Esa es nuestra manera de crear nuestro futuro. El problema es que casi siempre es el mismo futuro. Nosotros también vivimos nuestro particular Día de la Marmota.

Pensar-sentir-hacer

Hasta hace pocos años se creía que el cerebro era estático e inmutable, que nacíamos con un número determinado de neuronas que iban muriendo con el paso del tiempo y que nuestros genes heredados condicionaban nuestra inteligencia. Pero ahora sabemos que existe la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse continuamente y cambiar su estructura cuando experimentamos o aprendemos algo nuevo.

"A medida que vamos cumpliendo años, tenemos la sensación de que el tiempo se acelera. Y tiene una explicación: cada vez, hacemos menos cosas por primera vez".

Nuestro destino empieza en los pensamientos. Porque nuestros pensamientos generan nuestras emociones, y estas determinan nuestra conducta. Ya que nos comportamos según nos sentimos. Nuestros comportamientos crean nuestras experiencias que, a su vez, provocan nuevos pensamientos y emociones.


En realidad, nuestras emociones no son más que pensamientos hechos química y manifestados en el cuerpo. Por lo tanto, si cambiamos nuestros pensamientos, crearemos nuevas conexiones neuronales que generaran nuevas reacciones químicas en nuestro cuerpo, nuevas emociones. Y es que, en cierto modo, podemos ser los arquitectos de nuestro propio cerebro.

Qué es lo contrario de la neuroplasticidad? La neurorrigidez. Esos circuitos neuronales que se graban a fuego en tu cerebro, a base de reforzarlos cada día por pensar siempre exactamente lo mismo. ¿Realmente quieres vivir como un robot? ¿Ir con el piloto automático puesto? ¿No, verdad? Pues tienes que elegir opciones distintas a la que has elegido hasta ahora para que pueda sucederte algo nuevo. Porque, como dice el bioquímico y neurólogo Joe Dispenza -por cierto, os recomiendo que leáis alguno de sus libros o escuchéis una de sus conferencias-, si quieres crear una nueva realidad personal, tienes que, literalmente, convertirte en otra persona.

Para lograrlo, empieza por eliminar de tu mente esos pensamientos limitantes que te calaron desde tu infancia: “Tú no puedes”, “esto no se te da bien”, “tu hermano lo hace mejor que tú…”. Ponlos en positivo a toda velocidad. ¿Ya lo has hecho? ¿Sí? Pues ahora es el momento de pensar en nuevas posibilidades, porque es nuestra mente la que crea nuestra propia realidad.

Cómprate una planta o una mascota, algo que no hayas tenido nunca, y empieza a cuidarla, a dedicarle tiempo. Sal a correr, o apúntate a un gimnasio. O estudia algo nuevo o asiste a una conferencia sobre un tema que siempre te ha interesado. Empieza a sonreir y a saludar a todas esas personas a las que ignoras cuando te las cruzas por el barrio. Toma caminos diferentes para llegar a tu trabajo. Sal a pasear por lugares nuevos. Haz lo que quieras que sea distinto.

Si eres capaz mantener durante varios días ese estado modificado: prepárate. Te vas a sorprender.


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