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El anclaje


Hoy vamos a hablar del anclaje, una técnica de la PNL que nos permite conectar con el estado emocional apropiado para afrontar una determinada situación o desafío cada vez que lo necesitemos.

Un anclaje no es más que la asociación de un estímulo sensorial a un estado interno, a una emoción. Ese estimulo, que puede ser visual (una imagen, un símbolo…), auditivo (un palabra, una canción)... o kinestésico (un gesto, un sabor, un olor…) es el ancla que dispara el estado emocional al que lo hemos asociado.

Para hacer un anclaje:

  1. Elige el estado emocional o el recurso que deseas poner a tu disposición.

  2. Cierra los ojos y busca en tu interior alguna situación de tu vida en la que te sentiste exactamente así.

  3. Revive esa situación en tu mente, recreándola con todo lujo de detalles.

  4. En el momento más álgido de la experiencia, dispara el ancla.

  5. Abre los ojos e interrumpe el proceso.

  6. Repite el anclaje dos o tres veces más.

  7. Dispara el ancla y verificar si accedes automáticamente al estado emocional deseado.

Los anclajes tienen su origen en la teoría del reflejo condicionado, que desarrolló el fisiólogo ruso Ivan Pavlov gracias a su famoso experimento con perros. Pavlov, Premio Nobel de Medicina en 1904, llamaba a sus perros a la hora de comer haciendo sonar una campana y, cuando los perros veían la comida, empezaban a salivar hambrientos. Todo iba bien para esos lindos perritos hasta que pasadas unas cuantas semanas, a Pavlov, que era bastante cabroncete, se le ocurrió dejar de ponerles la comida después de hacer sonar la campana. Lo curioso es que, a pesar de que no había comida a la vista, los perros continuaban salivando como si realmente la hubiera. Pavlov descubrió de este modo que un evento puede desencadenar otro, incluso sin haber conexión física entre el estímulo y la respuesta.

Nuestra vida está llena de anclajes que utilizamos de forma inconsciente. Un perfume que nos recuerda a nuestro primer amor, el sabor de un plato que nos cocinaba la abuela y que nos remonta a nuestra niñez, una canción que nos recuerda aquel verano en el que nos lo pasamos genial o que siempre nos ponemos cuando salimos a correr porque nos da subidón… También tenemos anclajes negativos, estímulos asociados a situaciones de nuestra vida que fueron desagradables. Por ejemplo, esa bebida alcohólica que, nada más olerla, nos da ganas de vomitar porque nos recuerda lo mal que nos pusimos con nuestra primera borrachera. Si estamos constantemente utilizando anclajes inconscientes, ¿por qué no crear anclajes de forma consciente asociando estímulos sensoriales a estado internos positivos para utilizarlos en nuestro beneficio? Aquí te muestro cómo puedes hacerlo.

Para anclar en el estado cima tienes que recrear la experiencia como si la estuvieras viviendo otra vez. ¿Dónde estás? ¿Qué haces? ¿Qué ves? ¿Qué oyes? ¿Qué sientes? Previamente decide qué ancla dispararás: una palabra, un gesto, una imagen... la que tú quieras. Y para interrumpir el proceso, piensa o haz otra cosa durante unos segundos y vuelve a empezar.

Los deportistas de alto rendimiento utilizan anclajes con mucha frecuencia. Una música, un gesto, un grito de guerra... Existe una línea muy fina entre los anclajes, los tics nerviosos, los rituales supersticiosos y las rutinas para mantenerse concentrado y enfocado en la competición. En todos ellos, el tenista Rafa Nadal es el indiscutible número uno.

Los anclajes son muy útiles, pero no hacen magia. Si Nadal tiene las firme creencia de que no va a ganar el partido o de que es incapaz de derrotar a su rival, aunque se dispare todas las anclas del mundo, no va a funcionar. Y es que, cuando se trata del “no puedo”, no hay trucos que valgan. Así que, primero tendrás que cambiar esas creencias limitantes que, recuerda, no son la realidad, sino solo tus conjeturas sobre la realidad.

Ya sabes que el cerebro funciona por repetición y que además no distingue entre lo que es real y lo que es fruto de nuestra imaginación. Así que, para que los anclajes resulten efectivos, primero, hay que ponerlos en práctica con frecuencia. Cuanto más repitas un anclaje, más te funcionará. Y, segundo, una vez dispares el ancla, si no accedes rápidamente al estado interno deseado, no importa, actúa como si realmente te sintieras así. A base de repetirlo, el cerebro -siempre hay que engañar al cerebro- se lo acabará creyendo.

No olvides que, en esta vida, todo es cuestión de actitud y que nosotros somos los creadores de nuestra realidad.


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