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El trance hipnótico


A muchas personas, cuando escuchan la palabra hipnosis, les viene a la mente la imagen de un ilusionista que sube al escenario a parte del público y les convierte en marionetas obedientes sin sentido del ridículo a las que, por ejemplo, les hace cacarear como gallinas. Pero eso solo es parte de un show. La hipnosis no es un truco de magia. Está basada en la ciencia y, cuando se emplea con fines terapéuticos, se llama hipnoterapia. Hoy vamos a desmontar algunos mitos y leyendas sobre ella.

La hipnosis es una técnica que sumerge al individuo en un estado de consciencia ampliada donde se intensifica su atención y concentración, de tal manera que puede explorar sus pensamientos, talentos y experiencias de una forma muy eficaz. A través de diversas sugestiones, el hipnotizador guía a la persona hipnotizada hacia un estado de trance donde puede comunicarse directamente con su mente inconsciente, que es la que rige entre el 85 y el 95% de nuestros actos. Y efectuar así los cambios necesarios en su comportamiento. Con cierta práctica, la persona incluso puede hipnotizarse sin ayuda externa, sugestionándose ella misma, dentro de un proceso de autohipnosis.

"La hipnosis es el individuo respondiendo al individuo".

Milton Erickson

El estado de trance hipnótico no es un estado anormal en el ser humano. Cada día entramos en ligeros trances hipnóticos sin darnos cuenta. Como, por ejemplo, cuando conducimos de forma automática, mientras nuestra mente está pensando en otras cosas. Ahí, la atención consciente y la inconsciente se disocian. Como en los procesos hipnóticos: nuestro consciente sabe y siente dónde está (en una silla, un sofá o similar) y nuestro inconsciente se deja llevar por la experiencia que le está proporcionando el hipnotizador con sus sugestiones.

Nuestra mente produce impulsos eléctricos que se miden principalmente en cuatro tipos de ondas cerebrales. Clínicamente, la hipnosis se explica por un descenso de la actividad neuronal entre alfa y theta, como la meditación. En esa frecuencia de onda es donde las sugestiones surten efecto en el inconsciente.

Ondas cerebrales en la hipnosis

La hipnosis resulta una herramienta muy útil para tratar adicciones, fobias, estados de ansiedad, problemas de autoestima, falta de concentración, para calmar el dolor o para alcanzar determinadas metas.

En el deporte, este tipo de terapia empezó a hacerse conocida cuando la aplicó el doctor Raymond Abrezol al equipo de esquí suizo, en los Juegos Olímpicos de Grenoble ’68. Tres de los cuatro esquiadores que entrenó se colgaron finalmente una medalla. Y, durante las tres décadas siguientes, gracias a los métodos de Abrezol, Suiza arrasaría en todas las disciplinas de este deporte.

Atletas como Muhammad Ali, Jimmy Connors, David Beckham, Michael Jordan, Andre Agassi o Tiger Woods recurrieron a la hipnosis en algún momento para recuperarse de alguna lesión o mejorar el rendimiento durante su carrera.

En un proceso de coaching con PNL utilizamos la hipnosis ericksoniana, que toma su nombre del psicólogo estadounidense Milton Erickson, probablemente el mejor hipnoterapeuta del siglo XX. Al contrario que la hipnosis clásica, que emplea un lenguaje imperativo mientras lanza sugestiones directas a la parte inconsciente del cerebro, Erickson ideó un tipo de hipnosis más abierta, con un lenguaje metafórico y onírico que favorecer el pensamiento creativo y reflexivo del hipnotizado para que él mismo encuentre, entre sus propios recursos, la solución a su problema.

La hipnosis no es un fenómeno paranormal. Para empezar, nadie puede ser hipnotizado si no quiere. La persona hipnotizada tampoco está dormida como muchos piensan. Al contrario, está despierta, perfectamente consciente y se da cuenta de todo lo que pasa. De hecho, en un estado de sueño profundo, la hipnosis no daría resultado, porque el hipnotizado no podría comunicarse.

La hipnosis tampoco borra recuerdos de la mente. Puede ayudar al hipnotizado a romper la vinculación emocional que mantiene con algunos de sus recuerdos para que no le limiten, pero no puede volverle amnésico.

Y la persona hipnotizada no pierde el contacto con la realidad ni tampoco su voluntad. Porque el inconsciente se maneja con nuestras creencias y nuestros valores. Así que si alguna sugestión del hipnotizador fuera contra ellos –como por ejemplo pedirnos que matemos a alguien- el inconsciente se revelaría e inmediatamente saldríamos del trance.

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